domingo, 18 de octubre de 2009

Pinots Patagónicos

Alejandro Redondo – aredondo@intergourmetcostarica.com

Difícil no enamorarse de una tierra tan impresionantemente austral, como la Patagonia Argentina. En tierra de dinosaurios y glaciares, se sumerge sobre esta tierra la historia de las generaciones, prosperando de un suelo pedregoso y desértico, el elixir de la juventud.

Cielos azules que al atardecer se dispersan en abundantes paletas de colores, para que antes que el astro rey se esconda, teñir sobre el manto celestial obras irrepetibles con matices jamás pensados. La riqueza de este lugar de ensueño, no estaría completa sin la vid, así que divinamente brota vino de sus parras, los sarmientos son testigos de las bayas que en un ambiente sobrenatural son libres, un completo ejercicio de la naturaleza garantiza la majestuosidad hecha seda en sus vinos.

Tierra de la amada y delicada pinot noir, cepa francesa difícil de conquistar, indiferente cuando no tiene lo que busca, parece haber encontrado otro hogar en el mundo, lejos del borgoña francés.

Se expresa de forma especial, haciendo viva gala a la tierra que la ve nacer en una tierra argentina privilegiada, donde el ecosistema se confabula para que el vino sea el progreso de un pueblo que apuesta al descubrimiento de Baco a los inicios de la historia.

En este infinito austral, el pinot tiene muchas moradas que se preocupan por vinificar sus uvas al rescate de su personalidad, de velar hasta el mínimo detalle para que su esencia no se altere y su pureza sea reconocida en su tipicidad. Llevan diferentes nombres, pero la mano de sus viticultores son el canto de los dioses, del rocío toma lo que necesita, de su tierra extrae los minerales, su brote es la sonrisa y el premio de los tantos que apuestan por ella.

Sus uvas producen un vino elegante como el cielo azul, suave y fresco con la brisa que corre por las tierras que le abrigan, la acidez de sus suelos le dan vida y persistencia, sin ser agresiva como la amplitud que le cobija, su color no es intenso, es como el rojo brillante que pinta el cielo cuando apenas cae el sol, atractivo como sus celajes que varían los matices en la juventud de la noche, para acompañar por largos años en la copa que sostiene la mano y en la cava de un aposento que le cuida.

Es sin duda una mimada, que entiende el sacrificio que envuelve para quienes han levantado muros, la conquista de sus amantes en el mundo y con ello honrar su naturaleza.

En honor a todas la bodegas de Neuquén, Patagonia Argentina.

Salud!

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